21 junio, 2010

¿La última crisis?

Muchos de los debates, noticias y reflexiones sobre la crisis mundial pueden ser manipulaciones interesadas para ocultar lo que realmente sucede. Al menos, ese es el planteamiento de dos documentales que nos recuerdan que no todo es lo que parece. Cierto o no, estos títulos seguramente contienen más verdad que muchos de los titulares que encontramos en los medios de comunicación. 

Construir un thriller en forma de documental es difícil. Películas como Man on wire nos muestran la capacidad de un cineasta para sustentar una estructura de misterio sobre el diálogo con un solo protagonista. Chris Smith consigue algo parecido en Collapse (2009), una de las propuestas más terroríficas que hemos visto en mucho tiempo. El protagonista principal es Michael Ruppert, un ex-policía de Los Angeles que fue apartado del cuerpo cuando comenzó a hacer públicas investigaciones sobre la relación de la CIA con el tráfico de drogas (¡ahí es nada!). A lo largo de sus 82 minutos asistimos a un monólogo de este investigador que ha estado 30 años enfrentándose al sistema para denunciar injusticias y, sobre todo, la pérdida progresiva de la credibilidad en el sistema norteamericano. 

La entrevista trata de ofrecernos un cierto aire de seriedad respecto al entrevistado, aportando recortes de periódicos y un currículum intachable como policía. Pero también hay que decir que Michael Ruppert siempre ha sido un personaje cuestionado por diferentes sectores del periodismo, que le han visto como un intruso obsesionado con las teorías de la conspiración, que sostiene sus planteamientos sobre endebles bases de investigación. 

Sea como fuere, no se puede negar al director una perfecta ejecución de una entrevista llena de pausas, cigarrillos, miradas, cigarrillos, y movimientos de cámara suaves pero certeros. Y resulta curiosa e inteligente la concepción escenográfica de la entrevista, como si estuviera en un garaje abandonado, levemente iluminado por claroscuros que ensombrecen su rostro, como si se tratara de un interrogatorio. Y tampoco podemos negar la lógica aplastante de algunas de las afirmaciones del entrevistado. Para Michael Ruppert, no nos encontramos ante una crisis económica pasajera, sino ante el principio del colapso de una sociedad industrializada que sólo ha sabido sostenerse en una fuente de energía principal (el petróleo), que comienza a dar preocupantes señales de agotamiento. O lo que es lo mismo, aconseja el ex-policía, más vale invertir en oro y en semillas para poder plantar la comida que nos alimentará en el futuro, antes que seguir pidiendo préstamos a un sistema bancario que está a punto de irse a la bancarrota. ¿Teorías obsesivas de la conspiración? ¿Verdades que ocultan la realidad de un problema mundial? No sabemos, pero da miedo escuchar a este hombre. 

Sin duda Collapse es uno de los documentales más interesantes del momento, y en la misma línea nos llega otro de esos llamamientos a la cordura que desde hace años está haciendo la periodista canadiense Naomi Klein. Ya hemos hablado (y recomendado) en otra ocasión su libro La doctrina del shock, una lúcida y brutal "tirada de la manta" a la mierda que ocultan las grandes corporaciones económicas y a su influencia dañina tanto en regímenes dictatoriales (Chile o Argentina) como en supuestos gobiernos proletarios (la Sudáfrica de Mandela). Unos y otros han sido asesorados por los mismos grupos de presión económica, que sin duda están haciendo lo suyo para seguir transformando la sociedad en beneficio de sus intereses. 

La doctrina del shock tuvo un espléndido reflejo audiovisual en el cortometraje de Alfonso Cuarón, y ahora se convierte en largometraje documental de la mano de Michael Winterbottom. Quizás una película pueda hacer más que un libro de 500 páginas, pero ante la duda seguimos recomendado la lectura de un trabajo periodístico de altura que es capaz de abrirnos los ojos ante la situación actual. 

Se puede o no se puede estar de acuerdo con las teorías conspiratorias, pero lo que sí es cierto es que necesitamos pensar por nosotros mismos, enfrentarnos a la realidad con las armas que tenemos (la inteligencia y la clarividencia), y no dejarnos arrastrar por reformas abusivas o recortes imposibles. Lo que nos plantean este tipo de teorías (que podemos ver como exageraciones si se quiere) es la necesidad de tomar las riendas y abandonar el estado de las cosas acomodaticio al que nos habíamos acostumbrado. ¿Plantar semillas? ¿Por qué no?

17 junio, 2010

Finales de temporada (2)

Las semanas previas al verano son semanas en las que las series más destacadas de la televisión anglosajona concluyen su recorrido. Este es un nuevo repaso a algunos de los finales de temporada más interesantes del momento. 

Breaking bad (3ª temporada). Parece difícil de creer pero esta serie, que no tiene ese número de seguidores que tienen otras, ha demostrado que es posible hacer cada temporada mejor que la anterior. Breaking bad es una historia llena de giros inesperados que es capaz de sorprendernos continuamente. A su favor está un dibujo de personajes que su creador, Vince Gilligan, ha sabido diseñar con maestría, sin arquetipos ni obviedades, lo que le ha permitido ir descubriendo el lado oscuro de cada uno de ellos. Sin embargo, por decir algo en contra de esta tercera temporada, el perfil de Pinkman, ahora más serio, sufridor, depresivo, me ha resultado más soso que en las anteriores temporadas. Pero, como siempre, los dos últimos episodios han sido demoledores, y AMC ya ha confirmado su continuidad.  Bienvenida sea.

United States of Tara (2ª temporada). La serie producida por Steven Spielberg, escrita por Diablo Cody y magistralmente interpretada por Toni Collette, ha resultado decepcionante en su segunda entrega. Si la primera temporada era un cachondeo bien hilvanado, sorprendente y original, ésta ha perdido fuelle desde el principio, con cierta tendencia a una seriedad que no necesita. Y con subtramas (especialmente la de los dos hijos de la pareja protagonista) aburridas y algo ingenuas. Aunque Showtime ya ha firmado una tercera temporada, mucho tienen que cambiar las cosas para que vuelva a tener la chispa que tenía al principio. También es verdad que el impacto de una protagonista multifacial llega a agotarse, por mucho que se incorporen nuevos personalidades. Al menos han merecido la pena dos episodios, Torando! y From this day forward (el último). Divertidos, ingeniosos y hasta adecuadamente sentimentales. 

Treme (1ª temporada). La nueva serie de David Simon llega a su punto final tras haber hecho un repaso magistral a la ciudad de Nueva Orleans y su música. Hay que reconocer que es difícil entrar en la historia, aunque tiene ese toque de realidad y personalidad que siempre caracterizan a su creador. Pero una vez conoces a los personajes (interpretados por algunos de los actores de la mítica The wire), es difícil no empatizar con ellos y tener ganas de seguir acompañándoles en su tediosa pero al mismo fascinante vida mundana. Recomendamos especialmente seguir esta serie de HBO mientras se lee y escucha el podcast de la Cadena Ser en el que Antonio Martínez nos introduce en la música de cada episodio y nos ayuda a entender mejor la magia de Nueva Orleans. Su enlace se encuentra en nuestra lista de blogs recomendados.

The Tudors (4ª temporada). Final definitivo para esta inteligente traslación a la pantalla de la vida de Enrique VIII que presenta Showtime. Buenas actores, buena ambientación, buena música y un guión que desgrana con inteligencia los momentos más destacados de una trayectoria vital unida a la historia de Inglaterra. El trabajo del creador y guionista Michael Hirst durante estas cuatro temporadas ha sido espléndido, mezclando con sabiduría la corte y sus conspiraciones con una generosa dosis de desnudos femeninos y masculinos. Y ha sabido mostrar la complicada personalidad de un rey altivo, cruel y manipulador pero al mismo tiempo astuto y seductor. Posiblemente The Tudors sea una de las series históricas más interesantes que se han hecho en la televisión, y eso demuestra que hay vida más allá de HBO y BBC. 

02 junio, 2010

"Metropia": Fascinante juego de realidades

Presentada en el pasado Festival de Sitges, esta producción sueca de animación nos introduce en una Europa en bancarrota pero interconectada a través de gigantescas redes de metro. La concepción visual está entre lo más sorprendente que se ha hecho en el género de animación.

Puede que el planteamiento de Metropia no sea especialmente original, y que incluso su estilo de animación nos pueda resultar conocido, pero la película de Tarik Saleh tiene un poder de fascinación que supera a otras producciones por el estilo. Desde Europa surgen las propuestas de animación más originales pero también las menos secundadas por el gran público (recordemos la hermosa producción irlandesa The secret of Kells). Suecia nos propone en Metropia un viaje futurista-pesimista que nos sitúa en el año 2024, en una Europa global pero al mismo tiempo autoritaria, conectada por una gigantesca red de metro que traslada a los ciudadanos por un continente sin fronteras. El punto de partida es interesante, aunque evidentemente abunde en el mundo orwelliano que tantas veces ha sido objeto de fábulas futuristas. El protagonista, un hombre gris que trabaja en una oficina gris, se ve envuelto en una conspiración para controlar las mentes de los ciudadanos.

Metropia no es una película de animación para todos los públicos. Es oscura, tétrica, a veces cansina en su planteamiento argumental. Pero la técnica digital utilizada, de un realismo impresionante (aunque se juegue con las formas y las dimensiones de los personajes) resulta deslumbrante. Se trata quizás de una de las películas que mejor consigue trasladar un mundo claustrofóbico a la pantalla, lleno de túneles y paisajes fríos. En mitad de esta crisis a la que nos han conducido los representantes de esa Europa de cartón piedra que ahora intentan sacarse el euro del culo mientras hace unos años nos lo vendían como oro, resulta interesante acercarse a esta historia que nos dibuja una Europa triste, patética, asqueada de sí misma.
Metropia juega también la baza de adornar el trabajo de animación con voces de actores conocidos, en este caso utilizando intérpretes norteamericanos como reflejo de su condición de coproducción internacional para el mercado internacional. Eso sí, Vincent Gallo y Juliette Lewis no se pueden considerar precisamente actores en lo más alto de sus carreras, pero en este sentido también resulta curiosa la elección de personalidades que siempre se han movido al margen de las alfombras rojas, aunque hayan acabado tan apartados que resulta difícil seguir su renqueante carrera cinematográfica. Les acompañan el sueco Stellan Skarsgard, su hijo Alexander Skarsgard (actor en la serie True blood) que por cierto volverán a coincidir juntos en Melancholia, la próxima película de Lars von Trier, y el inefable, imprescindible y prolífico Udo Kier, al que algún día habrá que dedicar un homenaje merecido, aunque sólo sea por ser uno de los actores más iconoclastas del cine internacional. 
Al margen de las propuestas tradicionales de cine de animación, otras producciones con vocación de riesgo apuestan por un público más abierto, más dispuesto a dejarse sorprender y emocionar de forma distinta. Producciones como The secret of Kells, Mary and Max o Metropia nos demuestran que aún se pueden encontrar joyas de la animación, aunque las distribuidoras se nieguen a postar por ellas.