Curiosamente, aquel estreno de la Sinfonía de El señor de los anillos se convirtió en la definitiva debacle del encuentro, en cuyo seno ya se vislumbraba la verdadera razón de su deceso: El desinterés de sus promotores, principalmente la Diputación Provincial de Sevilla, reforzada por el cada vez mayor distanciamiento de su mentor, Carlos Colón, de los preceptos socialistas (contra los que viene soltando diatribas desde su púlpito en el populista Diario de Sevilla). En definitiva, lo de siempre.
Lo peor, en todo caso, es la absoluta indiferencia del mundo cultural sevillano que, como en otras ocasiones, deja pasar la oportunidad de seguir siendo referente de la música. Sí, Sevilla es promocionada desde su Ayuntamiento como la Ciudad de la Música, pero defenestra una cita que al menos en los últimos años contó con el repaldo del público.
Otra cosa es que la organización del último concierto fuera un desastre (no por los organizadores, sino por el pasotismo de los patronos), y la espantada del Coro de la Maestranza a última hora (actitud poco profesional) provocó que al final fuera un coro, digamos, rociero quien se encargara de emular los aires elfos de la banda sonora.
Lástima que la vida cultural siga pendiente de los caprichos de la vida política.
Mientras tanto, se nos fue Malcolm Arnold, a los 84 años, antes de estrenar su última obra en Londres, inspirada en Los tres mosqueteros. Este músico de exquisito prestigio, aunque tan poco programado por las orquestas españolas, acabó llegando a la popularidad gracias a la famosa Marcha del Coronel Bogey, tonada de Kenneth Alford que, como Malcolm Arnold confesaba en una de sus últimas entrevistas para Miguel Ángel Ordóñez y Pablo Nieto en la revista virtual Scoremagacine, escogió sin ninguna razón especial, y acabó convirtiéndose en sello representativo de su música aunque no tuviera nada que ver con él. Suponemos que muchos académicos de Hollywood votaron la banda sonora de El puente sobre el río Kwai para ganar el Oscar mientras silbaban la melodía, creyendo que era obra de Arnold. Paradojas que sólo el cine puede producir.
Y James Horner ha levantado la caja de los truenos con sus declaraciones para Daniel Schweiger en la radio online filmusicworld con respecto a su trabajo en Troya y poco menos que su condición de salvador del desastre. Pero lo más curioso es su absoluto desprecio por la música que había creado Gabriel Yared ("música de película de Hércules de los 50") y su relato poco respetuoso de los hechos que llevaron a Wolfgang Petersen a despedir al compositor libanés. Las declaraciones sueltan chispas, llegando a afirmar que la banda sonora de El paciente inglés es prácticamente Bach (vamos, que no tenía nada de original). Claro que si lo afirma un compositor cuyas "referencias" clásicas son más que evidentes, por no decir constantes, produce risa. James Horner afirma que tuvo sólo 10 días para componer la música de Troya, justo el mismo tiempo en el que Malcolm Arnold usó para componer la banda sonora de El puente sobre el río Kwai.
También habla de su trabajo en El nuevo mundo y cómo se despreció su música, haciendo un desaguisado tal en el montaje que, como afirma, "la película era incomprensible, no se entendía. Todo el mundo lo decía. Todo el mundo. Pero el director tenía el poder del montaje final. Y mi música ya no tenía sentido". Y sigue diciendo: "Fue una de las experiencias más decepcionantes que he tenido. A Terrence Malick le gustaba mi música, pero no tenía ni idea de qué hacer con ella, no tenía ni idea de cómo utilizarla".
Bueno, al menos de falta de sinceridad no se puede acusar a James Horner. Pero, ya lo sabemos, no es un tipo que tenga muchos amigos entre la profesión debido a su (parece que justificada) fama de prepotente.